El día la abordó como una tormenta; simplemente no podía evitarlo. No. La verdad, es que sí podía hacerlo. Pero, ¿Cómo evitar a la vez, arruinar el sueño de ella? Al fin y al cabo, ya todo había terminado. Fue su propia sentencia. Mutua. Unánime. No funcionaba. A pesar de que se amaron como nunca antes habían amado a alguien en la vida. Y ciertamente, como nunca lograrían amar a alguien otra vez. Lo fue todo. Fue lo más hermoso que había vivido. Las canciones, las sonrisas, los eternos segundos que duraba una mirada, mientras los ojos de ambos entendían el fondo de los ojos del otro. La adrenalina. El hecho de tener que pasar desapercibidos, aunque todo el mundo lo sabía. Las fotografías y los momentos que nunca serán olvidados gracias a estas. Aquellas en las que solo se hallaban uno junto al otro. A veces se contemplaban por horas. Las sonrisas dirigidas hacia la nada, con tal de no encontrar la mirada del otro y caer rendidos. Él besando tiernamente la cabeza de ella, mientras esta procuraba entender lo que el entrevistador le preguntaba. ¿Qué se siente ser una de las bandas más famosas del último tiempo? Ella solo podía pensar en que un frío eléctrico atravesaba sus brazos y su cuerpo. Trataba de resistir los calosfríos. Aunque no pudo evitar sonrojarse.
- ¿Estás segura de que es lo correcto?
- Já – rió ella con resignación, mientras su mirada alcanzaba el suelo bajo sus pies - ¿Porqué no habría de serlo?
- Hayley, ambas sabemos a qué me refiero.
- No, no eso ya acabó. Me invitó. Debo ir – continuó mientras daba los últimos retoques a su cabello rojo. Una falda oscura y una blusa blanca bastarían. Si fuera por ella, se vestiría para un funeral. Si escuchara sus pensamientos lo haría. Pero siempre actuaba como si no vinieran de sí misma.
- ¿Estarás bien?
- Sí mamá, voy a estar bien – dijo, luego tomo su pequeña cartera, besó la frente de su madre y salió por la puerta. Subió al automóvil, y apretó el volante con todas sus fuerzas. Como esperando una respuesta. Se miró en el espejo retrovisor y encontró esos ojos. Aquellos que se encendían con la más mínima mirada. Esos ojos cómplices, adolescentes, infinitos y enamorados. Ahora empañados por un par de años y la distancia. Por el convivir mirándose, sin decir nada.
La verdad era extraño escribir canciones inspiradas en la persona que tienes al frente. Lanzar una frase al azar y luego ver esos ojos. Sin saber si te reprueban, o si esa frialdad significa una estocada. Fría y sin piedad. Quizás eso trae la reprobación. El enojo por hacerte vulnerable. Pero él solo seguía tocando la guitarra; y ella jugaba a creer que él no lo había notado.
Esos recuerdos empañaban con imágenes, los ojos de ella. Así que pestañeó un par de veces, sonrió tristemente para disfrazar ante sí misma lo que sentía, y arrancó el motor. Esa maldita manía de mentirse a sí misma.
No podía evitarlo, las lágrimas corrían por su rostro como si tuviesen vida propia. Y era inevitable. La piel le ardía, pero no pretendía dejar el volante para secarlas.
Llegó al lugar indicado en el parte, y descendió de su auto. Caminó hacia donde se encontraba, inclemente ante el paso de los años, aquella cúpula que se alzaba hacia el cielo. Miró hacia el fondo de todo, y vio a centímetros de sus pies un césped perfecto. No podría poner sus zapatos encima de este; así que los tomó entre sus manos que aún temblaban, y caminó descalza hacia aquella gran puerta que la esperaba abierta de par en par.
Antes de llegar miró el cielo por última vez, invocando clemencia, pidiendo una segunda vida para volver el tiempo atrás. Se inclinó y puso los zapatos en sus pies otra vez.
Ya había secado sus lágrimas, había ensayado una sonrisa y estaba lista para entrar.
- Josh
- ¿Qué? – preguntó él al final de una sonrisa, mirando a su hermano Zac que se encontraba algo complicado.
- Hayley está aquí.
El gesto de Josh cambió. Sus ojos pasaron de la felicidad a la nostalgia. Dirigió su mirada a la gran puerta de entrada y la encontró ahí, parada tras una multitud inquieta y llena de júbilo por la ocasión. Ella permanecía en aquel lugar, mirando como perdida, tratando de entender porque había ido, en vez de inventar alguna excusa.
- Hola – saludó la chica a varios conocidos, ya habiendo adoptado su sonrisa de siempre. Se quedó unos segundos hablando con una chica llamada Taylor, también cantante, que conocía hace un tiempo. De pronto la chica decidió salir y Hayley volteó hacia el frente.
- Hay… hola.
Fue lo primero que encontró. Entonces reconoció frente a ella los mismos ojos que había visto en el retrovisor de su auto unos 20 minutos antes. Ahí estaba Josh, con su cabello como siempre, sus ojos grandes y oscuros que brillaban como todos los días al despertar, y vestido de negro para la ocasión.
- Hola, Josh – dijo Hayley, con su sonrisa de papel derrumbándose de a poco – así que, te casas hoy.
Eso era todo. Josh, se casaría. Con Jenna.
- Así parece – dijo él sonriendo forzadamente.
- Y, ¿Estás nervioso?
- Un poco, toda esta gente me pone impaciente – dijo el novio, y luego ambos sonrieron.
Se miraron algunos segundos, ella preguntándose por qué él hacía esto, y él por qué ella no lo detenía.
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