sábado, 14 de mayo de 2011

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¿Qué pasa si un día, solo dejo de respirar?. ¿Si ya no quiero seguir jugando este juego, y me rindo ante un jaque mate?. ¿Si... me ocurre como a José Arcadio Buendía, y avanzo de una en otra y otra habitación, cada una igual a la primera, hasta que siento que debo volver, y un día, tocan mi hombro antes de llegar a la original, y me pierdo para siempre en una habiatción de mentira, dentro de la cual sé que apenas cierre la puerta se desvanecerá, y quedaré atrapada para siempre en un fondo blanco, sin poder distinguir el suelo de las paredes, con esa claridad cegadora?. ¿Y si no hay paredes?. ¿En qué habré de sostenerme cuando tropiece con las letras que flotarán en el aire?. Definitivamente habrá letras flotando. He de escribir y plasmar cada una de ellas en las paredes. Cuando las encuentre. Para así no volver a perderlas. Primera pared: No finjas. Segunda pared: No te mientas. Tercera pared: Confía. Cuarta pared. Actúa. Luego planeo encontrar un cielo, y hallar para él, estrellas de cartulina metálica regadas por el suelo. Saltar y dejarlas una a una, suspendidas en el infinito sobre mí. Contarlas cada noche. ¿Qué noche?. En esa habitación no obscurece nunca. Pero tengo la esperanza de que un día, aparezca el Principito. Podría ofrecerle ser mi amigo. No. El zorro lo hizo y el Principito no se interesó. Talvés podría dibujar para él una oveja más grande. O un par de tijeras para que cortara las espinas de su rosa. No. La pobre luego no tendría como defenderse. Mejor lo dejo ir. Le regalo algunas letras, unas cuantas estrellas, y lo despido hacia un rincón donde ha de desaparecer apenas yo parpadee. Quizás solo debería sentarme en el suelo blanco. Mirar las cuatro paredes, y pensar en que era tan fácil como hacer esas cuatro cosas, para sentir lo que es la vida.

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